La crisis sanitaria del COVID-19 ha puesto en el centro de nuestra vida cotidiana unos sistemas de higiene y prevención que, hasta ahora, nos eran ajenos. Sin embargo, sí eran protocolos obligados en muchas industrias, entre ellas las del sector alimentario.

Por eso, mientras la nueva normalidad nos ha obligado a cambios importantes en nuestro día a día, en industrias lácteas y factorías como la nuestra, esas nuevas rutinas no lo son tanto, ya que contaba con unas estrictas normas de seguridad e higiene. Por eso, mientras los equipos de protección individualizada (EPI) comenzaron a formar parte del lenguaje común el pasado mes de marzo, en instalaciones como la InLeit forman parte de su ADN laboral.

Aquí, la seguridad e higiene se plasma, además de los EPI (equipos de protección individualizada), en la separación por zonas, con restricciones de acceso y distintos colores en los uniformes de las personas que trabajan en los distintos departamentos, de modo que los protocolos de seguridad se intensifican según sea uno u otro color. El objetivo es evitar posibles transferencias de un área a otra.

El control es máximo desde la llegada al recinto.  Para las visitas se ha construido un pasillo aislado, con el objetivo de evitar la entrada de terceros en la planta, lo que permite reducir al máximo la posible llegada de agentes contaminantes a cualquier zona de producción.

El aire y el agua son también objeto de una vigilancia continua. Todo ello en una factoría construida en INOX; que la hace más higiénica y segura para el tratamiento de la leche, materia prima de la planta que es analizada según es vaciada de las cisternas transportadoras por un laboratorio interno que se encarga de la detección de potenciales patógenos. 

El cuidado desde el origen

Las actuaciones de control se establecen también en el punto de inicio de la cadena, ya que garantizar la calidad de la materia prima es fundamental para conseguir un producto óptimo y en las mejores condiciones.

Por ello, nuestras granjas pasan por una evaluación previa en la que se analizan distintos indicadores higiénico-sanitarios con datos de los últimos seis meses. Todas las leches son analizadas además de por personal interno por el Laboratorio de Análisis Alimentario (LIGAL), lo que confiere una mayor seguridad y transparencia.

Y además todas las explotaciones con las que trabajamos deben mantener unos estándares de limpieza que vayan más allá de la normativa, con instalaciones que además de higiénicas, sean confortables para las vacas.

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